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28/2/11

Otro Enemigo Caído

De vuelta al encuentro de Kelno, su "patrón", el grupo se encontró con un viejo conocido. Se trataba de Zert, quién abandonó el grupo tras vencer a Lareth en la Barbacana del Foso. Mucho había cambiado la composición del grupo desde entonces, pero aún así y tras la breve inconformidad de Gáremond, Zert fue de nuevo aceptado entre los héroes. Emén se veía especialmente entusiasmada con la nueva incorporación.

Al llegar al encuentro con Kelno, otra sorpresa les aguardaba. El sacerdote había hecho preso a Éladar, otro de los integrantes del grupo que supuestamente había abandonado la vida de aventurero. Emén y Gáremond decidieron convencer a Kelno para que lo liberara y así el grupo creció en tamaño y en especial en músculo, algo que satisfacía a Rosco.

Tras una breve puesta en antecedentes, los compañeros decidieron ir al asalto del Templo de la Tierra, más concretamente a por su líder Romag. Una vez en el primer nivel de las catacumbas del Templo, se dirigieron a la cámara personal de Romag, dónde se encontraba su adepto Hartsch, quién decía que Romag no se encontraba en estos momentos allí. Tras una larga discusión que iba subiendo de tono, estalló el enfrentamiento. Todos los compañeros pusieron sus habilidades al servicio del grupo para derrotar a Hartsch, quién ocultaba a Romag en una especie de recámara. Otros dos comandantes del Templo de la Tierra se unieron a la disputa, pero no fue suficiente para detener la embestida de los héroes, que dejaron sin cabeza a una de las facciones más poderosas del Templo del Mal Elemental.

Era la hora de explorar las profundidades del Templo, Belsorning podría ser la próxima víctima, pero el grupo pensó que debían mejorar sus habilidades o encontrar algunos objetos mágicos que les ayudaran a derrotar al Templo del Agua y así se dirigieron al tercer nivel del complejo. Una vez allí, fueron sorprendidos por un troll. Un momento más tarde, todo un clan de trolls hostigaban a los compañeros y sólo una gran estrategia de acero y magia, huidas y reencuentros, les llevó a la victoria y lograron sobrevivir. Lo que esperaba tras el próximo corredor podría ser terrible, valorando este recibimiento.

13/12/10

El Asalto al Templo del Fuego

Tras un merecido descanso, Kelno advirtió a los compañeros sobre el peligro que suponía haber arrebatado una de las poderosas armas con las que contaba el Templo del Fuego. De hecho, afirmó que el grupo estaba en busca y captura por parte de dicho templo.
Los intrépidos compañeros se apresuraron a investigar el Templo del Fuego, adelantándose a las represalias que estos pudieran tomar. Siguiendo las indicaciones de Kelno, llegaron a una majestuosa estancia, decorada en tonos rojos y con muchos elementos ornamentales de estaño. Se trataba de la cámara principal del templo.
Lía se adentró un poco para inspeccionar un poco más y observó unas pequeñas criaturas saltar y contonearse en ciertos puntos de la estancia. Al adentrarse un poco más, estas criaturas crecieron expontáneamente hasta convertirse en majestuosas salamandras de fuego. Rosco advirtió del peligro que corrían, pues al parecer habían profanado el Templo del Fuego y las salamandras eran sus protectores.
La batalla comenzó y Gáremond decidió utilizar su más poderoso recurso mágico para abrir un gran agujero en el centro de la estancia y hacer caer a dos del cuarteto de salamandras a las que tenían que derrotar.
Otro de estos seres arremetió violentamente contra Emén, tales fueron los impactos, que la semiorca cayó inconsciente sin tiempo para reaccionar. Al mismo tiempo, la última salamandra acosaba a Lía y Rosco trataba de contraatacar con sus proyectiles mágicos.
Gáremond entonces convocó un hipogrifo que no tuvo tiempo para golpear antes de ser derrotado por una de las salamandras. Lía se aventuró a tocar el altar del templo, lo que provocó que un estallido de fuego la dejara inconsciente también a ella. El gnomo, tras sanas a Emén, corrió en su ayuda.
Con la semiorca de nuevo en guardia y con los ojos inyectados en sangre, finalmente los compañeros se pudieron deshacer de sus enemigos, no sin sufrir terribles consecuencias.
Mermados por sus heridas, los compañeros no tuvieron mejor elección que volver al amparo de Kelno y restablecer sus cuerpos y sus poderes.
Al día siguiente ya estaban listos para enfrentarse a Alrem, el prefecto del Templo del Fuego. Tras examinar un poco la cámara principal del templo, Lía encontró una puerta secreta. Al ser esta imposible de abrir desde el lugar donde se encontraban, Gáremond volvió a conjurar su encantamiento preferido, mutilando de nuevo la piedra de este nivel.
Allí se encontraron con unos guardias enemigos, servidores del templo del fuego, y el gnomo se apresuró a lanzar de nuevo el mismo conjuro para abrir un nuevo hueco en el suelo. Los guardias cayeron a una especie de cocina pero no se quedaron allí., corrieron hacia la puerta y un corredor cercano.
Con el camino despejado, los compañeros alcanzaron los aposentos de Alrem. Este parecía estar preparado para la refriega, pues Rosco había detectado en él varios conjuros protectores. Al cabo de unos segundos, otros dos contrincantes se unieron a la batalla, posiblemente acólitos del templo. Los poderes de Alrem parecían majestuosos, pero el mediano utilizó un conjuro de telaraña que provocó que éste quedara inmovilizado y sin la posibilidad de lanzar ninguno de sus conjuros. Esta telaraña también atrapó a otro de los oponentes y también a Emén y Lía.
Tras esto, y en un arrebato de locura por parte de Rosco, éste lanzó una poderosa bola de fuego que mató al instante al prefecto, pero también dejó gravemente herida a Lía.
Emén invadida por una furia casi sobrenatural, arremetió contra el ahora herido acólito, quién fracasó en sus intentos de controlar a la semiorca y finalmente pereció.
El último de los enemigos, un semiorco, no supuso un gran impedimento para el éxito de su empresa, aunque a Lía le costará perdonar la osadía de Rosco que casi le cuesta la vida.

22/11/10

El Dilema de los Trolls


Los compañeros siguieron con su periplo por el segundo nivel del templo. Todos albergaban la esperanza de encontrar alguna clave para derrotar a Belsorning, sumo sacerdote del templo de agua.
En su camino, se encontraron de nuevo con Kelno, quién les encomendó la misión de encontrar a dos trolls y convencerlos para que se unieran al templo del aire. El sacerdote ya les avisó de que no sería tarea fácil pero les recompensaría gratamente si tenían éxito.
Los compañeros llegaron a un gran pasillo iluminado por luces de diferentes colores que no se entremezclaban. Lía, la intrépida elfa, se adentró en las luces, lo cual le causó heridas de distinta índole. Finalmente, y conscientes de que no podrían evitar algo de dolor al pasar por ese pasillo, los compañeros accedieron a la zona sur, donde presumiblemente se encontraban los trolls. Gáremond utilizó alguno de sus hechizos curativos, asegurando que se estaba quedando sin medios mágicos para el día de hoy.
Tras oír unos extraños sonidos, accedieron a una cámara circular dónde se vieron sorprendidos por una hidra de cinco cabezas. Rosco parecía atemorizado por tal criatura pues, a pesar de estar encadenada, derrotarla sería la única forma de avanzar.
Una embestida de Emén logró seccionar una de las cabezas del terrible animal y el mediano se apresuró a lanzar un conjuro de fuego sobre el muñón ensangrentado, logrando así que no volviera a crecer de nuevo otra cabeza.
Poco después, un troll apareció en escena y amansó a la hidra. Iba ataviado con los símbolos del templo del fuego y no parecía dispuesto a negociar la retirada de su mascota.
Aún así, Rosco consiguió que el estúpido troll al menos dejara de atacar al grupo, prometiendo una vida mejor para él y su mascota.
Lía había caído y debían buscar una solución para que no pereciera. El descanso no fue su aliado, pronto se dieron cuenta de que una masa viscosa avanzaba por el techo amenazante. Rosco y Gáremond agotaron sus recursos mágicos intentando deshacerse del animal que corroía la carne con su jugo. Tan duro fue el enfrentamiento, que Gáremond plantó cara a Emén por una poción curativa. El que hacía las veces de sanador estaba desesperado.
Rosco consiguió sobrevivir por los pelos y finalmente decidieron que avanzar sería menos peligroso que intentar recuperarse con el descanso.
Poco después, explorando otro de los pasillos de la zona sur, oyeron un agresivo cantar de algo similar a un búho y la visión extremecedora de una criatura semilechuza, semioso, provocó que el gnomo dijera de nuevo su frase: "Este lugar es una pesadilla".
Emén por su parte, aseguró no tenerle miedo a la criatura y arremetió contra ella. Como en el caso anterior, un troll apareció en la escena y calmó al animal. En esta ocasión iba ataviado con los símbolos del templo del agua y Rosco tuvo que negociar más duramente con él. De hecho, no lo quedó más remedio que visitar al gran jefe acompañado del troll.
Se trataba de un troll de avanzada edad, pero con un aspecto mucho más agresivo. No sólo no hizo caso a la historia que le contaba su súbdito sino que propinó un guantazo al mismo. Rosco le consoló hábilmente y como ya hizo con su hermano, le convenció para que se uniera al templo del aire.
Finalmente se reencontraron con Kelno, quién les prometió un objeto mágico y les felicitó por su buen hacer en la misión. También les advirtió que era el momento de contraatacar al templo del fuego pues, al convencer al troll, le habían arrebatado una pontente arama.

16/10/10

El Refugio de los Osgos

Tras lamer sus heridas bajo el amparo de Kelno, sumo sacerdote del templo del aire, los compañeros se dirigieron a explorar otros rincones de ese nivel del templo. Tras la amarga pérdida de Eliot todos eran conscientes de que necesitaban algo más de poder para derrotar a Belsorning y quizá ese poder aguardaba escondido en el Templo. Elmo y su compañero de la Orden del Venado decidieron aguardar junto a Kelno, pues necesitaban meditar a cerca de sus objetivos personales.
El grupo decidió visitar la zona nordeste del nivel y tras equivocarse un par de veces por el camino, se encontraron con los aposentos de varios osgos. Lía fue la peor parada de dicho encuentro pero finalmente consiguieron deshacerse de ellos.
Pronto se dieron cuenta de que alguien se acercaba por el pasillo trasero y Gáremond decidió usar su más poderoso conjuro para crear un foso donde cayeron varios osgos más que tampoco fueron un gran problema.
Poco más tarde, el mismo gnomo decidió abrir una puerta contigua y fue impactado por una jabalina por sorpresa. Rosco, el intrépido mediano, lanzó una gran bola de fuego que diezmó a sus enemigos, un clan entero de osgos.
Tras deshacerse de casi todo el clan, Gáremond convocó a 3 hipogrifos que parecían no tener gran cosa que hacer. Pero dos osgos, al parecer los líderes, aparecieron y se enfrentaron a las temibles criaturas. Sólo uno sobrevivió y gracias a los poderes ígneos de Rosco y la fuerza bruta de Emén, pronto estuvieron de nuevo a salvo.

1/10/10

Breve Resumen

Hace unos meses, Elmo, Emén y Gáremond se unieron con otros compañeros para forjarse un nombre como aventureros. Habían decidido empezar por Hommlet, una villa del Vizcondado de Verbobonc. Todos conocían las historias sobre un templo maldito cuyo poder azotó las tierras circundantes y no se equivocaron al observar que un poder similar parecía estar alzándose de nuevo.
Tras resolver algunas disputas con los habitantes del pueblo, decidieron explorar la Barbacana del Foso, un antiguo puesto de avanzadilla del templo. Allí lograron derrotar a Lareth, el nuevo maestro, y confirmaron el resurgimiento del Templo del Mal Elemental.
Lamentablemente, algunos de los compañeros abandonaron su carrera como aventureros, pero el grupo se reestructuró para visitar el poblado de Nulb, comunidad aliada con el templo del mal en otro tiempo. Tras descubrir la secreta localización del templo, el grupo afrontó por fin su destino, dónde asumieron que un nuevo ejército se estaba alzando.
Quisieron acceder por la puerta trasera y a pesar de descubrir el orbe de la muerte, un artefacto capaz de aniquilar el templo y atrapar a la demonio que lo controlaba, dos de los compañeros perecieron en tal acto de heroísmo. Pero para ello necesitarían encontrar cuatro gemas de poder que encajaban con el orbe.
Cuando retomaron la búsqueda, Lía, Rosco y Stoner se unieron a la causa. Explorando el templo descubrieron que éste estaba dividido por los cuatro elementos (agua, aire, fuego y tierra), que vivían graves disputas internas. Tras perder a Stoner y rescatar a un tal Eliot, conocieron al sumo sacerdote del templo de la tierra, llamado Romag. Éste les encomendó la misión de matar a Belsorning, sumo sacerdote del templo del agua. Los compañeros aceptaron, al menos en apariencia. Les interesaba y mucho mantener las disputas entre los distintos templos, evitando que se unieran contra ellos.
Tras explorar los entresijos del templo, sorteando a la muerte en muchos casos, se encontraron con un caballero de la Orden del Venado, grupo al que también pertenecía Elmo. El hombretón descubrió que sus propósitos en el templo eran mucho más honorables de lo que parecía en un primer momento: encontrar al desaparecido Príncipe Thrommel IV.
Más adelante se encontraron con Kelno, sumo sacerdote del templo del aire, quién también deseaba la muerte de Belsorning. Una vez encontraron el templo del agua, un horrible constructo apoyado por varios acólitos del agua hicieron estragos entre los compañeros, todos lograron huir, excepto Eliot que pereció sin remisión ante los sacerdotes del agua.

16/4/10

Un Templo Mortal

El líder de los bandidos se hacía llamar Feldrin, aseguró que los extraños símbolos de su capa tenían que ver con la deidad a la que servían. Dijo que se encontraba al servicio del Gran Templo, que controlaba los cuatro Templos Elementales y también comentó algo sobre "su señora" refiriéndose a algún poder sin duda. Eliot no estaba muy de acuerdo en respetar su decisión de irse, pero por una vez, Gáremond mantuvo su palabra y le dejaron ir. Tras esto, todos los compañeros se ataviaron con las capas de extraños símbolos que encontraron en los cadáveres de estos bandidos.
Tras explorar un poco por los aposentos de Feldrin y su lugarteniente, Lía corrió una cortina que ocultaba una puerta, una más que probable vía de escape para el bandido.
Decidieron continuar por el pasillo al que daba la puerta oculta y encontraron una impresionante sala ceremonial llena de restos y huesos. Los compañeros pensaron que iban a ser sorprendidos por necrófagos como en el nivel superior, pero no fue así. Tras otear todas las salidas, decidieron subir unas impresionantes escaleras que no ascendían demasiado hasta dos poderosas puertas. Lía quiso poner la oreja para ver si conseguía escuchar algo tras ellas y casi podría asegurar que no había nadie. Una vez entraron, se toparon con una especie de Templo del Aire. Lía examinaba cuidadosamente el extraño altar cuando empezaron a resonar unas campanas en toda la estancia, al querer huir por una de las salidas secretas que había detectado, la elfa se topó con un horroroso ser fantasmal. Se trataba de un siervo del Plano Elemental del Aire según pudo adivinar Rosco. Finalmente, con la ayuda de la magia del mediano y el espadón mágico de Emén, la criatura regresó a su Plano o se desvaneció para siempre.
En el mismo instante en el que la criatura desapareció, una de las entradas secretas que Lía había detectado se abrió y casi lanzado al suelo cayó un sirviente del Templo del Agua. Parecía mal herido y Gáremond grito: "¡A por él!", pero Lía observó que se trataba de un Alto Elfo, lo que no parecía cuadrar muy bien con las pretensiones de este lugar. Ante la insistencia de Gáremond, el elfo gritó para pedir clemencia y retirándose la capucha, negó pertenecer al Templo del Mal Elemental, dijo que era un Caballero de la Orden del Venado y que estaba en busca de Elmo. El hombretón quedó tan sorprendido como avergonzado, pues al parecer él también pertenecía a esta orden de Caballeros pero lo mantenía en secreto. El elfo dijo también que estaba en una misión especial para encontrar al príncipe Thrommel pues había recibido cierta información que indicaba que podría estar entre las mazmorras del Templo. Elmo dio un respingo cuando oyó tal cosa y tuvo unas palabras en privado con el caballero. Los compañeros lo aceptaron de buen grado en el grupo, aunque con algunas reticencias.
Lía continuó haciendo su trabajo y así accedieron a un pasadizo que terminaba en otra cortina, tras ver lo que había tras ella, un sacerdote ataviado en gris (a juego con toda la austera estancia) se vio sorprendido y casi le incriminó que hubiera entrado por ese pasadizo, probablemente era lo último que esperaba en ese momento. En un principio los compañeros lo confundieron con Belsorning, el sumo sacerdote del Templo del Agua, sin embargo se trataba de Kelno, sumo sacerdote del Templo del Aire. Éste parecía muy interesado en la cabeza de Belsorning, casi más que Romag, quién les había ofrecido una grata recompensa. Kelno parecía sincero, aunque un poco alocado, asegró que su templo estaba en horas bajas y que el bastardo de Belsorning sólo hacía que perseguir a sus seguidores osgos para reconvertirlos al Agua o exterminarlos. También aseguró que ansiaba el puesto de Hedrack en el Gran Templo y Rosco dijo que ante tal derroche de sinceridad, respetarían su vida. Kelno no pudo sino agradecer su comportamiento y les aseguró una buena recompensa, al fin y al cabo, si Belsorning desaparecía del mapa, el podría absorber el Templo del Agua y convertirse en el Sumo Sacerdote más poderoso. Les indicó cuidadosamente el camino que tenían que seguir para llegar al Templo del Agua, donde porbablemente se encontrarían con Belsorning, también les advirtió que el sigilo sería importante pues el juggernaut que poseían era terriblemente poderoso y mortífero.
Una vez llegaron al extraño Templo, algo parecía inquietarles, una extraña estatua representando un conglomerado de especies marinas ocupaba el centro de la sala, mientras un altar presidía el lado este. Una cortina al sur despertó la curiosidad de Eliot y cuatro figuras representando gárgolas en las esquinas hicieron sospechar a Gáremond. El elfo y el gnomo decidieron esconderse tras el altar junto al oso familiar del druida mientras Rosco, aficionado a probar cosas nuevas, saltó encima del altar y clamó: "¡Belsorning!". Tras un momento de duda, la extraña estatua y las gárgolas comenzaron a cobrar vida, algo les había provocado. Elmo corrió la cortina y se encontró de cara con dos acólitos del Templo del Agua que amonestaron al grupo por profanar el Sagrado Templo del Agua mientras atizaron al joven Eliot. Lía saltó encima del altar mientras las gárgolas descargaban toda su furia contra los compañeros. Elmo y Emén habían quedado en el centro de la sala a merced de las gárgolas y el juggernaut que parecía ser inmune a todos los ataques que recibía. Rosco, sabedor de sus características, logró alcanzar al juggernaut con un nuevo conjuro que había desarrollado, pero eso no parecía ser suficiente. Wonillon agarró la mochila de Emén donde se encontraban las pociones para asistir a quíen tuviera esa necesidad, pero Elmo aseguró que su única opción era huir. Eliot recibió un poderoso conjuro de uno de los acólitos que le dejó complétamente inmóvil y a merced de sus enemigos, mientras su serpiente trataba de atraer la atención de sus enemigos y Wonnilon era fulminado por las gárgolas. Elmo huyó, aunque malherido por el amenazante juggernaut y el resto del grupo hizo lo propio, Rosco se tornó invisible para no recibir los golpes de las gárgolas y Eliot se quedó indefenso ante las gárgolas y los sacerdotes. Incluso su serpiente huyó y Lía recibió un fuerte impacto que la dejó sangrando sobre el altar. Poco podían hacer por salvar la vida de sus compañeros, pero Gáremond insistió en salvarles la vida. El gnomo cogió un pergamino de su bolsa y junto a la puerta lanzó un hechizo de curación. -Espero que esto funcione-. Dijo, pero sólo alcanzó a sanar a Lía, lo suficiente para levantarse cuidadosamente y huir. Eliot estaba condenado y las gárgolas acabaron con su vida finalmente. Gáremond se lamentó de no haber podido hacer más por su vida, pero otra cosa hubiera supuesto una mayor cantidad de bajas.

12/4/10

La Nuava Alianza se Tambalea

Lía encontró una puerta secreta tras el desvencijado trono que les llevó a una especie de cámara de meditación. En ella parecía haber un asiento tamaño halfing y Rosco no dudó en comprobar si era confortable, como era su costumbre. Al sentarse en el rudimentario banco, observó unos huecos en su parte interior, uno de ellos estaba lleno de figurillas. El mediano, que aunque parecía despreocupado no tenía la menor intención de tocar nada que le pudiera dañar, usó su daga para extraer las figurillas del agujero. Poco después, no pudo resistirse a cogerlas y una voz en su mente le dijo: "Formula tu pregunta y lanza las cuentas", y así lo hizo el mediano que preguntó cual era el camino más corto hacia el Templo del Agua y el oráculo respondió: "Dirígete a la Antigua Escalera". Tras unos minutos de reflexión, los compañeros decidieron seguir adelante en su exploración del primer nivel del Templo. En esto, se encontraron con una puerta sellada con unas runas que el propio Rosco descifró como mágicas, el mago lanzó un conjuro que eliminó las runas y todos entraron en la estancia. Al poco tiempo se dieron cuenta de que se trataba de una especie de cripta y todos empezaron a sentirse mareados y a sufrir sudores fríos, algo en esa cámara les estaba afectando. A pesar de que observaron varios nichos, decidieron no coger nada pero una vez fuera de la cripta, Eliot decidió volver a por una majestuosa capa que parecía mágica. El humano se puso la capa sin saber que poderes podría albergar, pero no notó ningún efecto. El grupo empezaba a dudar de Eliot, pues parecía tomar las decisiones por su cuenta sin el consenso de todos, lo que impacientaba a más de uno.
En su extenso recorrido, llegaron a una gran y majestuosa cámara donde incluso había una pirámide escalonada en su centro, sin duda se trataba del Templo de la Tierra. Al parecer no había nadie, pero una vez entraron, el suelo comenzó a temblar. Poco después aparecieron unas horribles bestias hechas de roca y tierra, que en principio parecían inmóviles. Una vez se acercaron a la pirámide, donde descansaba una caja a sus pies, los elementales de tierra avanzaron con lo que parecía una pauta de movimiento hacia las cuatro esquinas de la torre. Todos los compañeros, al ver que esto podría provocar un fatal desenlace, decidieron abandonar la estancia. Los elementales volvieron a sus posiciones y los héroes decidieron hechizar a Lía para que fuera invisible y así pasar inadvertida por los elementales. La elfa aceptó poner su vida en peligro no de muy buena gana, pero a ella también le picaba la curiosidad de lo que escondería esa caja. Lía entró con tanto sigilo que ni si quiera una leve ráfaga de viento hubiera levantado menos sospechas de que algo más a parte de los elementales había en la estancia. Cuando se hizo con la caja, salió lo más rápidamente posible de la cámara para reunirse con sus compañeros. La decepción vino cuando al observar el contenido del preciado objeto, sólo encontraron utensilios rituales de poco valor.
Rosco parecía empecinado en encontrar una escalera que le llevara al Templo del Agua, como le había revelado el oráculo, entraron en un pasillo donde sin darse cuenta, se empinó hacia delante, provocando que Eliot y Emén se precipitaran a un pozo. Pronto empezaron a oír un inquietante ruido de ratas que iba subiendo de volumen. Emén lanzó su cuerda y se la ofreció a Eliot para que este saliera antes que ella, pero el humano usó su pértiga para dar un salto hacia donde se encontraban el resto de compañeros. La semiorca se quedó algo confusa por un segundo y casi instintivamente, trepó su cuerda para evitar a las decenas de gigantescos roedores que invadieron el pozo segundos más tarde. Después entraron a una estancia donde varios osgos del Templo de la Tierra les indicaron por donde tenían que bajar al nivel inferior. Eliot dijo que deberían volver a matarlos, pues su misión era limpiar la zona de todo mal, pero entre todos calmaron las ansias del humano por entablar una disputa que de momento no era necesaria. Siguiendo sus indicaciones, llegaron a un corredor donde habían varias celdas. Lía abrió la primera de ellas, donde un ajado hombre aguardaba totalmente en silencio. La elfa le dijo que era libre pero el ser no contestó ni reaccionó de forma alguna, cuando Lía lo daba por imposible y se dio la vuelta, el ser la agredió por la espalda revelando su verdadera identidad, un zombie. Tras deshacerse del no muerto, inspeccionaron con cautela el resto de celdas. En una de ellas se hallaba Wonilon, un gnomo que al ser liberado se unió al grupo clamando ser un gran guerrero. Gáremond intercambió unas palabras en su idioma racial con su nuevo compañero.
Encontraron la escalera que llevaba al nivel inferior y decidieron descansar antes de ir más adelante, pues los lanzadores de hechizos necesitaban preparar nuevos conjuros. Antes de descansar Emén le proporcionó una espada corta pues el gnomo aseguraba que le habían despojado de sus pertenencias cuando le atraparon y en eso se dio cuenta de que le faltaba algo que habían encontrado en la cámara de las arpías. La semiorca lanzó una incriminatoria mirada hacia todos los miembros del grupo y quiso inspeccionar uno por uno a todos ellos, hasta que llegó a Eliot. Este intentó sin demasiado éxito ocultar el cáliz que faltaba en el saco del tesoro y a la semiorca se le inyectaron los ojos en sangre. A su vez, todos los miembros del grupo lanzaron sus acusaciones contra Eliot y este se defendió como pudo hasta que todo quedó en un embarazoso malentendido, el cáliz volvió a la mochila de Emén y todos dejaron claro que ella era "la encargada del tesoro" y asignaron a Wonilon a vigilar al pícaro en todo momento. Más tarde, Eliot y Elmo compartieron una guardia y el primero decidió irse. Elmo le intentó disuadir, pero el joven humano ni si quiera se paró a escucharlo. Elmo despertó al resto del grupo y les informó de la situación, todos se quedaron sorprendidos por la actitud de Eliot que empezaba a levantar curiosas sospechas en el seno del grupo. En el turno de guardia de los gnomos, Gáremond se convirtió en la pesadilla de Eliot a quien no dejó descansar correctamente.
Una nueva jornada despertó y antes de acceder al siguiente nivel, todos decidieron despojarse de las vestiduras del Templo de la Tierra, pues se esperaban encontrar con los acólitos del Templo del Agua inmediatamente.
Ya en el segundo nivel, encontraron una fuente con la estatua de un minotauro de piedra. Lía se acercó para inspeccionar la extraña figura cuando esta pareció cobrar vida y arremetió contra ella. A pesar de la furia del hombre toro, no hubo que lamentar víctimas, pero todos se llevaron un buen susto.
Más tarde accedieron a unos barracones donde poco a poco iban derrotando a varios enemigos que no parecían pertenecer a ninguna facción en concreto del templo. En el fragor de la batalla, Lía erró su apoyo en una pierna y lanzó una flecha en dirección a Eliot, quien sufrió una brutal herida a pocos centímetros del corazón. El fuego amigo casi extermina al joven, que quedó tendido en el suelo. Gáremond lo atendió para que no perdiera la vida.
Poco más tarde y tras un buen intercambio de golpes, una estocada del líder de los bandidos provocó que Lía estuviera al borde de la muerte, pero Eliot acudió raudo a socorrerla y logró salvar la vida de la elfa. Poco después, el líder quiso rendirse y todos respetaron su decisión. Este llevaba una capa negra con extraños símbolos que, a pesar de resultar familiar a los compañeros, no supieron descifrar qué significaba.

3/4/10

Enemigos y Aliados

Mientras Lía hacía su turno de guardia, pues decidieron descansar, algo viscoso cayó encima de ella, se trataba de una sustancia corrosiva en la que quedó momentáneamente atrapada. Los compañeros trataban de socorrerla e incluso consiguieron dividir en dos al cieno, pero hasta que Emén no asestó un duro golpe con su hacha, no pudieron deshacerse de ese peligroso ser. Por suerte, no hubo que lamentar pérdidas y la noche transcurrió sin más sobresaltos.
A la mañana siguiente, la alianza continuó la exploración del templo. La semiorca no estaba del todo contenta con Eliot en el grupo, pues desconfiaba de él. Mientras, Gáremond seguía convencido de que pertenecía al Templo de la Tierra y Rosco procuraba no llamar la atención manteniendo sus pensamientos tras la máscara. Tuvieron un pequeño encontronazo con unos gnolls que pertenecían al Templo del la Tierra, aunque finalmente todo pareció salir bien. El mediano propuso dar un rodeo, ya que era eso o luchar contra los asquerosos y malolientes gnolls. En un acto de picardía, Rosco provocó a Elmo para que entrara en una estancia, convenciéndole de que había cerveza. Elmo prácticamente se dio de bruces contra unos soldados que, gracias a los dioses, pertenecían también al Templo de la Tierra. Entre Gáremond y Rosco les convencieron para que les dejaran atravesar el pasillo y así continuaron hasta una sala de entrenamiento con poco interés.
Tanto rodeo para nada-, pensaron. Gáremond se preguntó una vez más por qué portaba una calavera dorada con 4 muescas y casi cayó en la tentación de usar sus poderes.
Mas tarde, accedieron a una gran cámara donde Lía y Eliot quedaron ensimismados con un bello canto. Una puerta de rastrillo se cerró tras de ellos y el resto de compañeros entendieron que se trataba de algún tipo de trampa. Lía, Eliot y Elmo estaban prácticamente paralizados en la base de dos grandes columnas en el interior de la estancia mientras sus compañeros no pudieron hacer nada por sacarlos de su ensoñación. Pronto, una puerta cercana se abrió y volvieron a aparecer los desagradables necrófagos, la cosa se complicaba aún más. Gracias a una gran combinación de músculo e intelecto, Emén y Rosco, ayudados por Gáremond, consiguieron deshacerse de las arpías en primer lugar, pues eran la fuente del enajenador cántico y más tarde, de los asquerosos no muertos. Poco después, Gáremond hizo mutar la pared de la estancia para acceder a una cámara secreta. Dos necrarios parecían estar refugiados allí al ver que sus hermanos eran masacrados, pero corrieron la misma suerte.
El descanso volvía a ser una prioridad y encontraron una cámara que parecía bastante segura. Tras 8 horas sin problemas, continuaron con su búsqueda. Esta vez entraron en una cámara putrefacta y abandonada, con un viejo trono en su centro. Rosco, aficionado a este tipo de lujos, no dudó en comprobar su confortabilidad. Mientras esto ocurría, empezaron a oír un fuerte zumbido, más de una docena de mosquitos gigantes sorprendieron a todos, excepto a Emén que parecía haber aprendido a estar siempre alerta. El oso familiar de Gáremond estuvo a punto de perecer debido a los mortíferos picotazos de dichos seres, aunque finalmente, los hechizos sanadores de el gnomo fueron suficiente para no lamentar su muerte.

28/3/10

La Misión de Romag

Cuando terminaron de registrar la estancia, Elmo retiró una litera que estaba taponando la salida norte. Lía y Rosco prepararon su arco y su varita de proyectiles respectivamente, esperando lo que podría haber al otro lado. Siendo así tanto la flecha como dos proyectiles impactaron en el seno de una nueva banda de secuaces del templo. Éstos, conocedores de que había intrusos en la sala contigua, también lanzaron un par de jabalinas hacia los héroes. Una de ellas impactó en el hombro de Emén y dio el comienzo a un nuevo enfrentamiento que pareció bastante asequible. Antes de caer, los dos últimos guardias hicieron una señal para alertar probablemente a los ocupantes de la habitación contigua. Tras explorar detenidamente la sala, Lía se vio sorprendida por un hombre que se hallaba escondido en un barril. Se trataba de Eliot, un "druida" que sin embargo parecía tener otras habilidades. A pesar de las reticencias de Rosco, Gáremond se autoconvenció de que se trataba de un regalo de los dioses, un aprendiz a quién amaestrar y quien haría el trabajo sucio del druida. En realidad, Eliot aceptó acompañar al grupo sin mostrar el menor interés por el gnomo.
Accedieron a otra sala que estaba sospechosamente vacía y finalmente Gáremond dio un paso al frente y abrió la última puerta. Tras ella esperaba un sacerdote de alto rango, su sirviente y lo que probablemente sería su guardia personal, dos soldados con muy mala pinta.
Se trataba de Romag, sumo sacerdote del Templo de la Tierra. Éste dejó en evidencia a sus propias tropas, a quienes los compañeros habían derrotado sin gran esfuerzo pero a pesar de ello y tras la insistencia de Gáremond que argumentaba que quería unirse a la facción de la Tierra, Romag les propuso una misión para que demostraran su lealtad. El sumo sacerdote parecía querer hacerse con el control del Templo del Agua y pidió la cabeza de Belsorning. Su soberbia era tal que incomodó a Rosco, quien tras su máscara se repetía una y otra vez que no quería formar parte de todo esto. Finalmente pareció convencerse de que habría que guardar las apariencias ante Romag y seguir su juego, no tenían muchas otras alternativas. El sumo sacerdote concluyó su discurso advirtiendo que existían infinidad de espías y ojos de otras facciones encima de ellos, observando todas sus acciones. Al menos el grupo pudo descifrar el significado de la pirámide invertida, el Templo de la Tierra.
Tras descansar plácidamente y sin sobresaltos, continuaron con la exploración del complejo, los golpes de Elmo y Emén ayudados por la gran suerte y el valor que infundía Eliot, les sacaron de más de un apuro. Unos gnolls parecían haber caído en su propia trampa, varios ogros había ocupado una pequeña zona del templo y también procuraron salir de un pasillo atestado de huesos donde algunos parecían cobrar vida.
Los compañeros tenían ahora una misión, Gáremond estaba convencido de que ya pertenecía al Templo de la Tierra y Eliot con su serpiente parecía esconder muchos secretos.

14/3/10

Todo Salió Mal

Lía finalmente accedió a abrir la cerradura de un cofre que encontraron. Parecía bastante complicado y a pesar de su esfuerzo, falló. La cerradura quedó inutilizable y fue entonces cuando Emén decidió usar su hacha para destrozar el cofre. Lo que había en su interior les hizo pensar que estaban perdiendo el tiempo.
Más tarde accedieron a una especie de cocina, la actividad era evidente en esta estancia, pero no encontraron a nadie allí. Gáremond abrió uno de los armarios que hacían las veces de despensa y fue sorprendido por una gran serpiente. El gnomo recibió varios mordiscos, pero el buen hacer de los compañeros y cierta parte de suerte, les permitió deshacerse del terrible animal sin mayores consecuencias.
Continuaron explorando y comprobaron que el templo escondía en sus entrañas un complejo infinitamente más grande de lo que a simple vista se podía deducir. En un estrecho pasillo, Lía avanzó para abrir una puerta pero a pesar de su talento innato para detectar muchas amenazas, el suelo se abrió bajo sus pies y cayó a un foso de unos 10 pies de profundidad, sin mayores consecuencias, ya que la elfa consiguió estabilizarse y caer sin hacerse el menor rasguño. Tras salir del foso, desactivó el mecanismo que lo accionaba, consiguiendo que el suelo fuera seguro. Cuando por fin abrió la puerta, todo un regimiento esperaba tras ella. Stoner y Elmo habían quedado atrapados en el pasillo por culpa del oso familiar de Gáremond y el resto de los compañeros se las desearon para eliminar la amenaza. Rosco, agarró un pergamino que le acercó Emén y convocó una gran bola de fuego con suma presteza. A pesar de que no dejó fuera de combate a ningún enemigo, logró herirlos de gravedad. Pronto la semiorca accedió a la estancia con los ojos inyectados en sangre y empezó su carnicería particular. Stoner también consiguió tener éxito con sus poderes mentales, mientras Lía se mantenía alejada del peligro gracias a su destreza. Emén tuvo que hacer un esfuerzo en controlar sus impulsos y no atacar al bando amigo mientras rosco utilizaba su varita para lanzar proyectiles mágicos. Casi sin darse cuenta, habían acabado con más de media docena de hombres. Stoner se enfureció con el oso, hasta tal punto que le lanzó una piedra, por su parte, Elmo lamentó haberse perdido la diversión. Lo más inquietante de estos enemigos, fue el símbolo que portaban en capas y colgantes, una pirámide invertida. Muy distinta de lo que se había visto anteriormente. Tras la batalla Stoner meditó en silencio unos instantes, algo que algunos miraron con cierta extrañeza.
Lía continuó explorando el complejo muy detalladamente y tras una puerta oyó pasos de maniobras y palabras de mando. Otra gran sala parecía haber sido el terreno de una gran batalla. Finalmente el grupo decidió trazar una estrategia para entrar en una de las estancias donde parecían aguardar algunos habitantes del templo. Gáremond mostraría la capa negra con el ojo amarillo que habían encontrado por la barbacana del foso. Si estos portaban las mismas capas, el gnomo diría que había venido a unirse a ellos, si llevaban otra, que había exterminado a los portadores de dichas capas. El resto del grupo se escondió en el pasillo para que los habitantes del templo pensaran que un gnomo no suponía una gran amenaza.
Mientras Elmo se negó a formar parte de este circo, Gáremond entró en la sala. Cuatro guardias vestidos con el símbolo de la pirámide invertida le apuntaron sin mediar palabra con sus ballestas. El druida explicó su historia y pese a las reticencias de los soldados, uno de ellos le dijo que esperara ahí, mientras se fue por otra puerta, probablemente a consultar lo que debían hacer. El resto de los guardias no cesaron ni un segundo de apuntar al gnomo. Cuando volvió, explicó algo más su historia, algo que no convenció del todo a su interlocutor. De nuevo fue a consultar lo que pasaba y pronto se oyó un grito ahogado. El resto de guardias entonces lanzaron sus virotes pero finalmente se llegó a un consenso. Stoner, Lía y Emén accedieron a la sala y los guardias les rogaron que depusieran las armas. Rosco por su parte entró con un conjuro de invisibilidad y se apartó en una esquina, por la retaguardia. Cuando parecía que todo iba a salir bien, uno de los guardias extrajo unos sacos para ponérselos en la cabeza a los compañeros, lógicamente no querían que descubrieran la arquitectura del templo. Stoner se negó en rotundo y el guardia le propinó un puntapié, Stoner permaneció firme en sus convicciones y estalló la batalla. Tres guardias parecían un escollo salvable pero un certero disparo de uno de ellos atravesó la cuenca ocular de Stoner, haciendo que el elfo cayera fulminado. Casi al unísono, todos los compañeros gritaron su nombre con decidido aire de venganza. Rosco se unió a la batalla cuando hasta entonces había permanecido en silencio. Y finalmente vengaron a su compañero.
Prácticamente sin tiempo para llorar su muerte, accedieron a la sala contigua donde de nuevo esperaba el resto del regimiento, o eso parecía. Había un montón de literas, que daban cobertura a dos de los enemigos. Tras una dura batalla, se deshicieron de las huestes de esta nueva facción. ¿Qué significaría la pirámide invertida?

20/2/10

¿Un Templo Abandonado?

Spugnoir, desde que los compañeros volvieron a Hommlet, parecía más interesado en estudiar el libro de conjuros de Falrinth que en volver a las mazmorras del Templo. Elmo supo enseguida que el mago se separaría del grupo, al menos de momento. Y así fue, Spugnoir no había encontrado su libro de conjuros pero, con tiempo, podría adaptar el del poderoso mago a sus necesidades.
Así pues, el resto de la alianza, siendo ahora un trío formado por Gáremond el druida, Emén la semiorca y Elmo, volvieron a dirigirse al Templo del Mal Elemental. Éste último advirtió al grupo que la próxima vez que necesitaran provisiones o información, deberían evitar volver a Homlet porque se encontraba a casi dos días de camino y el tiempo parecía ser crucial.
Una vez en el Templo, los compañeros decidieron dar un rodeo por la estructura principal de éste, pues no creían que era una buena idea introducirse por el pasadizo de la torre que ya conocían, pues no sabían donde les dirigía realmente.
Cuando llegaron al sello de las puertas principales, vieron a un pequeño ser enmascarado intentando abrir dicha entrada. Elmo casi entró en cólera y le advirtió al excentrico ser que desistiera en su intento o desataría de nuevo al Mal. Poco después, el enmascarado se presentó, se trataba de Rosco, un mediano de las tierras de Ulek que poco más dijo sobre sus motivaciones o por qué ocultaba su rostro. Parecía diestro usando la magia y el grupo le acogió de buen grado.
Mientras estaban conversando afablemente, los compañeros empezaron a ver una sombra extraña detrás de un arbusto, evidentemente alguien les estaba siguiendo. Cuando todos se disponían a atacar, un extraño elfo salió de los matorrales. Decía haber estado siguiendo al grupo y se había fijado en que no disponían de un sanador decente, por eso él quería ayudarlos. Pese a las reticencias de Gáremond, los nuevos compañeros decidieron aceptarlo, pues tras la marcha de Spugnoir y Otis, así como las muertes de Mártel y Máldor, les había dejado en cuadro.
En su examen de la estructura principal, encontraron dos puertas laterales que casualmente estaban abiertas. Los compañeros entraron sin más, tras el mediano, que no parecía temerle a nada. La planta principal del Templo era bastante modesta, aunque verdaderamente amplia. Tenía varias secciones con altares independientes y sacristías diferentes. En alguna de ellas encontraron vestiduras ceremoniales y algún que otro cadáver en estado óseo. Les sorprendió que no hubiera nadie por allí, la actividad era evidente, pero todo parecía derruido y abandonado. Lo que más atrajo su atención, fue sin duda el altar principal. Una especie de mosaico hecho con baldosas de varios colores y un trono de basalto violáceo en su centro, parecía ser lo más significativo del Templo. Al principio vacilaron, pero Rosco finalmente decidió pisar las baldosas y ningún efecto parecía acontecer. Cuando apartaron su miedo, todos colaboraron en descifrar aquel acertijo, ya que el mediano había descubierto que se trataba de un mecanismo mágico.
Viendo que su éxito sería imposible, decidieron descender por las escaleras principales, Gáremond oyó algo e intentó descifrar de qué se trataba. Pero sólo descubrieron que era una especie de cántico u oración tenue. El oso familiar del druida hizo una primera exploración, determinando sólo que había una puerta de doble hoja. Al descender las escaleras, el resto de la alianza se encontró con unas puertas similares a las de la entrada principal del templo. Todos sabían que este no era el itinerario correcto y decidieron utilizar las escaleras de una de las sacristías que previamente habían encontrado.
Así descendieron una vez más a las profundidades del Templo. Cuando llegaron a la base de la escalera, vieron un largo pasillo finamente decorado, con antorchas dando una buena fuente de luz. Poco más tarde, oyeron unos gritos de auxilio procedentes de uno de los pasillos adyacentes. Encontraron su fuente, una celda con probáblemente una decena de prisioneros pidiendo auxilio. Emén y el oso del druida lo intentaron con ahinco, pero fue inútil, la puerta era demasiado pesada.
Mientras trataban de buscar el modo de liberar a los prisioneros, se vieron sorprendidos por una horrible banda de muertos vivientes que vinieron atraídos probáblemente por los ruidos del oso y la semiorca. Gáremond advirtió de ello, pero fue complétamente ignorado. Emén demostró una vez más su habilidad con la enorme hacha que portaba, asistida por el experto Elmo, los conjuros de Gáremond y Rosco, así como los proyectiles de Stoner, el reservado elfo gris. Tras deshacerse de ellos, volvieron a intentarlo con la puerta y esta vez tuvieron mayor éxito al tener todo el tiempo del mundo. Los presos estaban complétamente desnudos y amarrados a unos grilletes, todos salvo una elfa a quién no parecía importarle estar encerrada. Tras una breve conversación, los compañeros se dieron cuenta de que la elfa, llamada Lía, era una experta cerrajera y le pidieron que abriera los grilletes de los presos. Aunque a regañadientes, así lo hizo. Los presos eran de poca ayuda y sólo pidieron que les mostraran la salida. La elfa preguntó por su equipo pero nadie sabía nada, a todos les resultaba algo extraño que, aunque Stoner y Lía compartieran raza, prácticamente no se dirigieron la palabra. Los elfos eran seres muy místicos, pero la rama de los grises, parecía aún mucho más misteriosa.
En la sala donde se hayaban los necrófagos, encontraron el equipo de Lía y probablemente las ropas de los presos, que presas del horror, habían huído sin importarles no disponer ni si quiera de un taparrabos.
Habiéndo doblado su número con la elfa en sus filas, prosiguieron la búsqueda de las gemas elementales. El complejo de cavernas parecía enorme y poco después se encontraron con otros dos muertos vivientes, al parecer estos eran bastante más fuertes que los anteriores y a pesar de ello, sólo el oso negro de Gáremond sufrió en el combate. Todos parecían estar preparados para los desafíos que les proponía el Templo del Mal Elemental.

23/1/10

EL Orbe de la Muerte

La semiorca se asomó por una de las pequeñas ventanas que daban al exterior de la torre, de repente, un flechazo salió disparado hacia ella sin revelar nada más en la oscuridad. Mártel abrió los candados que sellaban la puerta principal, sin preguntarse cómo había gente dentro si estaba cerrado por fuera, una vez lo consiguió, dos lanceros arrojaron sus armas contra ella y en un acto reflejo, cerró de nuevo las puertas. Gáremond, el druida, trató de prender fuego a la torre, consciente de que en el interior había enemigos, lanzó una antorcha por la ventana hacia el interior. Sólo pudo atisbar que una especie de cortinas negras ocultaban el interior de la edificación. Su estrategia no daba ningún fruto.
Tras un pequeño debate, Otis y Elmo se encararon a la puerta principal, aseguraban que había que atacar sin más dilación. Al abrir las puertas, Spugnoir lanzó un soporífero hechizo que dejó fuera de combate a unos cuantos soldados. La torre albergaba decenas de mercenarios y sería una dura tarea deshacerse de todos. Esta vez, la estrategia parecía funcionar, Otis y Elmo, apoyados por Emén y Máldor lanzaban sus poderosos ataques contra los soldados mientras el apoyo inestimable de los conjuros de Mártel y Gáremond inclinaban la balanza en favor de los héroes. El murciélago familiar de la maga elfa mordisqueaba a los adversarios que previamente habían quedado groguis por diversos conjuros.
Cuando las fuerzas enemigas vieron mermadas sus líneas, uno de sus líderes huyó por una puerta que llevaba a otra habitación. Sólo segundos más tarde, una sección del techo se abrió, dejando caer una gran bola de fuego que afectó a quienes estaban cerca de la entrada, entre ellos dos guardias enemigos. Elmo y Otis mostraron entonces todos sus recursos de combate, dejando patente que eran dos grandes luchadores.
Tras la batalla, Gáremond ofreció sus curaciones que Otis pidió que fueran para sus compañeros ya que él se veía capacitado para continuar a pesar de sus heridas.
Aunque varios miembros del grupo querían descansar, Spugnoir aseguró que si dormían perdería todos sus conjuros, ya que había perdido su libro arcano y no podría preparar nuevos encantamientos. Era por ello que su trato era quedarse con todos los pergaminos y libros de conjuros que se encontraran.
Tras inspeccionar la torre, vieron que probablemente el líder había huido por una trampilla escondida bajo un baúl en una de las habitaciones de la torre. Probablemente este pasadizo les llevaría a las entrañas del templo y así decidieron adentrarse en él. Elmo utilizó una lámpara de aceite que Emén había encontrado para alumbrar el camino, mientras el herrero mantenía su arco finamente tallado tensado por si había enemigos.
Llegaron a una estancia donde se vieron sorprendidos por un basilisco, Elmo y Otis quedaron paralizados pero momentos más tarde, Gáremond descubrió que se trataba de una ilusión. Con todo el grupo recuperado, de repente una estela llameante revoloteó por la estancia iluminando los cresoles y candelabros de la cámara, revelando dos puertas. - ¡Boccob!- Dijo Spugnoir, decidieron entrar en una de las habitaciones donde encontraron a un mago ya su diabólico familiar protegidos por una especie de esfera mágica. Sus conjuros no parecieron funcionar correctamente y al verse sobrepasado huyó por una puerta oculta en una sección de la pared, sellándola con magia tras de sí. Mientras Mártel y Gáremond inspeccionaban la sala, el resto de combatientes se adentraron en la otra estancia. Una fuerza invisible casi logra asestar un duro espadazo a Emén que sintió una pequeña ráfaga de aire provocada sin duda por una espada. Esto inquietó notablemente a los compañeros pero no los amedrentó. Emén viendo peligrar su vida, salió de la estancia por lo que fue recriminada por Otis y, en un violento golpe, el terrible enemigo alcanzó mortalmente a Máldor. Otis entró en cólera y finalmente pudo deshacerse del enemigo que al expirar su último aliento reveló su verdadera identidad, una semiorca, probablemente líder de alguna sección del templo.
Las lágrimas corrían por el rostro de Otis, que dijo que había que enterrar a Máldor como si se tratara de un héroe y recriminó una vez más a la semiorca por haber huido, aunque esta se vio claramente afectada por la muerte de su compañero. Tras una pequeña plegaria, siguieron con su búsqueda.
En la estancia del mago, vieron que había un plano colgado en la pared que Gáremond se apresuró a investigar. Al descolgarlo una violenta descarga flamígera explosionó en el interior de la cámara fulminando a Mártel y dejando al borde de la muerte a Gáremond.
La búsqueda del orbe se estaba convirtiendo en una pesadilla y tras llorar la muerte de la maga, accedieron a la cámara secreta por donde había huido el mago.
Entraron a una especie de estudio con varios objetos muy interesantes, entre ellos una caja a la que sólo Gáremond pudo acercarse, el resto parecían indisponerse cuando se acercaban a ella. El druida la abrió y comprobó que contenía el Orbe de la Muerte que tanto habían sufrido por encontrar. Otis le advirtió que ni si quiera lo tocara ni intentara usar su poder, lo que el druida acató a la perfección.
Decidieron volver a Hommlet donde se entrevistarían una vez más con Burne, este les explicó que su búsqueda no había concluido, el orbe estaba incompleto y debían forjar una poderosa atarraga para, una vez completo, destruirlo para siempre. El mago se veía preocupado, pues dijo que una pareja de sicarios habían venido al pueblo en busca de venganza por la muerte de Lareth, esta nueva oleada del mal se estaba cobrando demasiadas vidas inocentes.
Otis, el herrero, dijo que su misión con el grupo había concluido, debía volver a Nulb donde su negocio estaba póbremente atendido y confirmó que podría forjar la atarraga, siempre que le proporcionaran los materiales necesarios.

20/12/09

La Nueva Alianza

Tras conseguir el control de la Barbacana del Foso, quedaba patente que el Templo del Mal Elemental estaba todavía de alguna manera activo. Este vil lugar propició mucho sufrimiento, ruina y muerte antes de que los defensores del Bien mitigaran y sellaran su poder. Es evidente que el lugar fue herido, pero no extinguido, ya que la oscuridad se ha arrastrado hacia Hommlet bajo la dirección de alguien o algo que todavía está al acecho en desde el Templo.
Eladar, desencantdo por su vida aventurera, decidió dejar el grupo y retirarse a una vida más tranquila. Al mismo tiempo, Zert comunicó al grupo que sus caminos debían separarse, él era un hombre solitario y tenía la intención de buscar fama y fortuna por sí mismo.
Durante un descanso en su camino hacia Hommlet, Emén tuvo un sueño premonitorio, se trataba del afable mago Burne, quién comunicó a la semiorca que debía buscar una llave con forma de calavera para que fuera destruida, esta era una misión peligrosa e importante pero absolutamente ineludible por el bien de toda Flaenia.
Al despertar, la semiorca le comentó al resto del grupo su sueño. Gáremond deseaba entrevistarse con Jaroo y Mártel apoyó la opción de volver a Hommlet lo antes posible para aclarar todo el asunto del Templo.
Cuando llegaron al pueblo, el ambiente estaba enrarecido, la tensión flotaba en el ambiente, la otrora tranquila y apacible villa de Hommlet parecía ahora absorta por los últimos acontecimientos.
Gáremond fue a visitar la arboleda donde habitaba Jaroo, pero su ayudante le comunicó que estaba reunido con el consejo local a causa de las incursiones desde la Barbacana del Foso.
El gnomo y sus dos compañeros, acudieron al edificio donde se reunía el consejo. Allí se encontraban Rufus, Terjon, Jaroo, Mytch el molinero, Hort el capitán de la milicia y su hijo Elmo, Ostler el posadero y Kenter el alcalde.
Todos acogieron con hospitalidad a los compañeros, de hecho Burne, que lideraba el consejo, afirmó que les estaban esperando. Cuando estaban haciendo las presentaciones pertinentes, dos hombres con pinta de nobles hicieron su aparición. Se trataba de Melías y su pupilo Máldor, dos protectores del reino de Furyondia que querían aportar su granito de arena en la investigación de los acontecimientos recientes. De hecho Melías era uno de los héroes que sellaron el templo diez años atrás, junto a Burne, Rufus, Jaroo, Horth, Ostler y Elmo.
Burne dijo que por fin estában todos y empezó a hablar: "Desde hace muchos años, un culto de Maldad prosperó en alguna parte a orillas del Nyr Dyv.
El culto estaba basado en la premisa de que las fuerzas elementales del universo son Caóticas y se oponen a la humanidad y son por tanto (de un punto de vista antropocéntrico) Malvadas. El Templo del culto procuró destruir todos los logros del Bien e interrumpir otros. Sus miembros eran ladrones, asesinos, bandidos, y otros similares. El fuego fue considerado como el primer mal elemental, y su inclinación por el Caos encajó con las premisas del culto. El agua fue adorada de la misma forma como una fuerza aún más poderosa del Mal Caótico, en forma de inundaciones, tormentas y la furia de los mares azotando tierra y navíos. El epitome del Mal Caótico, sin embargo, fue considerado como una combinación de aire y tierra, representado por la oscuridad y estando ligado al Abismo demoníaco. Esta combinación fue considerada como una negación completa de la materia.
El culto se hizo poderoso y rico, atrayendo a los seguidores de la peor calaña y ofreciéndoles seguridad dentro de la fortaleza del Templo. Desde esta fortaleza sus seguidores salían para robar, asaltar y extender su mancha sobre las tierras, otorgando al culto el botín de sus matanzas. Los cautivos de aquellas incursiones fueron arrastrados al Templo para servir como sacrificios humanos (los niños al fuego, los hombres al agua, y las mujeres al Mal más oscuro) o para esclavizar sus vidas por toda la eternidad. Además de las extensas labores del Templo en la superficie, fue construido un laberinto profundo bajo aquel lugar, prácticamente nada se sabe sobre estas mazmorras pero fueron habitadas por una plétora de criaturas que sirven al Caos y al Mal. Se rumorea que un demonio subió al nivel más profundo para recibir mejores sacrificios. Fue en ese momento cuando nos decidimos a ponernos manos a la obra, todo ser de bondad se unió a nosotros para formar un poderoso enemigo. Tras ganarnos una gran reputación, conseguimos formar un gran ejército que sitió el templo. Tras una gran matanza de criaturas horrorosas, un grupo de muy poderosos magos selló el templo con poderosos conjuros ya que el propio Templo se resistió a su completa destrucción aunque su localización fue ocultada mágicamente para que nadie nunca más pudiera encontrarlo. Está claro que no ha sido así y ahora es vuestro turno (señalando a los héroes) de investigar qué o quién está utilizando ese lugar".
Burne comentó que debían traer la llave a Hommlet para que él y el resto de veteranos encontraran la forma de destruirla. También dijo que el mejor lugar para empezar la búsqueda era la mal reputada comunidad de Nulb muy cerca del templo y no se cansó de advertirles de los peligros. Así mismo, ofreció pergaminos arcanos a mitad de precio y la compra de todos los tesoros que no quisieran. El mago fue realmente amable.
Elmo se unió al grupo a pesar de alguna suspicacia entre los miembros del consejo. El hombretón tenía un evidente problema con la bebida pero los compañeros, que ahora también contaban con Máldor, lo aceptaron sin dudar en el seno del grupo. Cualquier ayuda era necesaria y según Burne, Elmo era mucho más capaz de lo que parecía.
Se comenzaba a formar una Nueva Alianza que se opondría al Templo, y a pesar de que el grupo había crecido en número, también lo intentaron con Furnok, el trilero, sin gran éxito y con Spugnoir, un joven mago que sólo pidió todos los pergaminos arcanos que se encontraran dentro del Templo.
Sir Máldor delató las trampas de Furnok ante Ostler, el posadero, y como agradecimiento, éste les permitiría dormir en su posada cuando quisieran sin cobrarles una moneda de cobre.
Una vez descansaron, se pusieron en marcha hacia Nulb, donde Burne afirmó que encontrarían más pistas sobre el emplazamiento del Templo. Por la noche, mientras Mártel y Máldor hacían las guardias, vieron que se acercaban unas luces (probablemente antorchas) hacia ellos. No tardaron en despertar a sus compañeros aunque, finalmente, se vieron sorprendidos por cuatro bandoleros. Tanto Mártel como Spugnoir lanzaron sendos conjuros que dejaron groguis a los bandidos. Intentaron intimidar a uno de ellos pero no les reveló nada y finalmente Gáremond le dió el golpe de gracia.
Al día siguiente llegaron a Nulb, esta pequeña comunidad apestaba a mal y oscuridad. Decidieron entrar a una taberna destartalada donde Gáremond fue puesto en ridículo por unos piratas de río que jugaban a las cartas. Tras ello, se dirigieron al edifio que parecía más sólido de todo Nulb, era una especie de hostal donde Mártel intentó contratar a algún pirata para que hiciera las veces de explorador, de hecho llegó a intimidarlos tanto, que se armó una buena refriega. Finalmente se saldó con 5 piratas muertos y la expulsión de por vida de la taberna.
Más tarde se dirigieron a la herbolistería de la Madre Screng, donde compraron varias pociones milagrosas. La amable vieja parecía un poco senil pero les indicó que el herrero era alguien en quien se podía confiar y así fue. Otis, el herrero, pidió muy poco a cambio de unirse al grupo, de hecho conocía a Elmo a quien saludó fervorosamente y reconoció a Máldor pues él también trabajó para la corte de Furyondia.
El herrero les indicó la localización del Templo, pues tanto él como Elmo habían batallado en la guerra hacía 10 años y Otis había abierto un negocio en Nulb donde muchos agentes del Templo se ocultaban entre las sombras. Así pues, se dirigieron hacia el lugar.
El camino que conduce de Nulb al Templo estaba cubierto por cardos, hierbajos, espinas, ortigas, etc. Algunas huellas humanoides y animales revelaban que el camino estaba siendo utilizado. Conforme se acercaron al área del Templo, la vegetación se tornaba desconcertante: árboles muertos de aspecto esquelético, matorrales creciendo toscamente y coloreados de forma poco natural,... Todo parecía enfermo o excepcionalmente robusto y asqueroso. Las ruinas de los trabajos externos del Templo parecían un montón de escombros oscuros, salpicados por moho y hierbajos muy descuidados. Una arboleda de extraños y enfermos árboles usk seguía creciendo a lo largo de la parte norte del antiguo complejo del Templo, y los restos de una torre asomaban por encima de la esquina noreste de la maltrecha pared. El infame Templo, sin embargo, se mantenía intacto, con sus contrafuertes arqueados de algún modo obscenos y su siniestra enredadera alrededor.
Los compañeros decidieron acercarse a la torre, donde dos pequeños pájaros parecían guardar vigía encima de la misma. Gáremond mandó a su águila y de repente los pájaros crecieron en tamaño impresionantemente picoteando al familiar del druida sin compasión. Finalmente Mártel utilizó uno de sus mejores recursos, un nuevo conjuro dejó groguis a ambos pajarracos salvando la vída del animal, al que el propio druida tuvo que sanar mágicamente para sobrevivir.
Mártel se acercó a la puerta que parecía muy debidamente cerrada, con una gran cadena y varios cerrojos. Otis sospechaba que se trataba de una trampa y que sus próximos pasos debían ser cautelosos.

28/7/09

El Rostro del Nuevo Maestro

Tras una jornada de descanso, los compañeros accedieron por fin a la sala del Nuevo Maestro. Se trataba de un hombre de una siniestra belleza que ofreció al grupo abandonar la Barbacana a cambio de salvar sus vidas.
La conversación se hizo eterna, hasta que Lareth, pues así se llamaba el nuevo maestro, empezaba a impacientarse de la impertinencia de ciertas preguntas. Sin a penas tiempo para reaccionar, él y sus dos guardaespaldas fueron alcanzados por un conjuro de sueño fallido. Mártel encendió la mecha de la batalla.
Pronto, Emén, Eladar y Zert sintieron que la presencia del Nuevo Maestro les parecía aterradora. Sin duda alguna clase de hechizo les estaba afectando. Poco más tarde, la semiorca huyó de la estancia dejando caer su poderosa hacha. Mientras el resto del grupo trazaba una bastante poco efectiva estrategia. Los soldados de Lareth ponían las vidas de los compañeros en serio peligro.
El Nuevo Maestro conjuró algo que aterró salvajemente a Éladar, tanto que éste quedó paralizado presa del horror. Zert, el único guerrero que se mantenía apto para la lucha, apoyado por Garemond y Mártel con sus proyectiles, logró asestar un par de golpes certeros y evitó que los guardias dieran el golpe de gracia al horrorizado guerrero.
Cuando ya quedaban pocas esperanzas, pues Zert estaba gravemente herido, Garemond se quedaba sin conjuros y Mártel se desesperaba en busca de una solución; Emén accedió de nuevo a la sala, con fuerzas renovadas y habiendo dejado a un lado el temor que le producía Lareth. Agarró el espadón de Éladar y con una fuerza sobrehumana, asestó un duro golpe que atravesó el corazón del Nuevo Maestro.
La heroicidad de la semiorca liberó a la barbacana de su inmundicia y salvó in extremis las vidas de sus compañeros. Hommlet necesitaba nuevos héroes y sin duda aquí están los mejores candidatos.

27/7/09

La Barbacana del Foso II

Una vez derrotados los zombies y el terrible ogro, los compañeros se dieron cuenta de que se hallaban en una cámara de tortura, con varios aparatos que parecían haber sido usados recientemente. Mártel encontró una trampilla que llevaba a un pasadizo secreto. Tras descansar, accedieron al pasadizo que era largo y angosto. Al final de éste, se hallaba una especie de cripta, con varias tumbas colocadas alrededor de toda la estancia. Poco después de llegar, comenzaron a salir cuerpos del suelo, sin duda ávidos de sangre. Estos seres eran terriblemente rápidos a pesar del aspecto que ofrecían, arremetiendo con sus garras e intentando arrancar la carne con sus dientes.
El descanso volvía a ser necesario tras acabar con los necrófagos. Mientras Gáremond realizaba una guardia, oyó pasos provinientes del único pasillo que daba a la sala. Pronto despertó a todos sus compañeros, todos esperaban algo terrible, pero un solo soldado de los que ocupaban la Barbacana apareció. Al verse superado ampliamente en número, corrió sobre sus pasos, probablemente a buscar ayuda. Gáremond y los suyos, que preveían sus intenciones, se escondieron de nuevo en el pasadizo secreto por donde habían accedido a la sala. Pronto se dieron cuenta que el guardia había alertado a otros cinco camaradas y buscaron incluso en los nichos de la sala sin gran éxito. Lo que sí descubrieron, fue una especie de túnel toscamente excavado en una de las tumbas.
Cuatro de los guardias accedieron al túnel, mientras, los dos restantes se mantenían vigilando la sala. Los compañeros decidieron que este era el momento ideal para atacar, y así lo hicieron. Los centinelas se vieron sobrepasados pero uno de ellos jamás salió de los túneles, lo que provocó cierta curiosidad entre el grupo. Un sinfín de galerías y un reguero de piezas de oro les aguardaba dentro, pero nunca encontraron al bandido desaparecido.
Prosiguiendo con la exploración, Mártel encontró una entrada oculta que llevaba a una simple puerta. Tras examinarla cuidadosamente, la elfa llegó a la conclusión de que se trataba de alguna especie de mecanismo, tras vacilar un segundo, ella misma giró la manivela de la puerta y se oyó un estruendo fuera de la estancia.
Accedieron entonces a una sala donde una horda de gnolls parecían querer comunicarse con ellos pero les fue imposible debido a que ninguno de los compañeros hablaban su idioma. Tras comunicarse póbremente con señas, los héroes decidieron no aceptar el trato que supuestamente proponían: 58 piezas de oro a cambio de algo de información y dejarlos marchar. Cuando se decidían a irse por otro camino, dos de los gnolls lanzaron sendas flechas hacia el grupo, la batalla había estallado.
Sin grandes dificultades, los compañeros se deshicieron de las bestias y continuaron la marcha, pronto, encontraron una gran roca que entorpecía el paso por uno de los corredores, el murciélago familiar de Mártel exploró más allá pero no pareció encontrar nada al otro lado.
La maga encontró otra puerta secreta pero una vez entraron, ésta se dio cuenta de que se trataba de una trampa e instintivamente gritó a sus compañeros que salieran del pasillo. Segundos después otra gran roca cayó y bloqueó el camino por el que habían accedido. Ahora mismo podrían estar atrapados y su única opción era seguir adelante.
Más adelante encontraron una cámara donde parecían vivir una banda de osgos, criaturas peludas emparentadas con los goblins. Al igual que pasó con los gnolls, los compañeros no pudieron entender su lengua, pero esta vez, Gáremond intentó que no corriera más sangre y llegaron a un acuerdo por el cual apartarían la roca que bloqueaba su camino a cambio de unas 50 piezas de oro. Algo que pareció excesivo a varios miembros de la comitiva.
Poco después lograron alcanzar unos túneles que parecían mejor decorados que el resto, un guardia les avistó y pronto emitió un sonido, corriendo hacia el fondo del pasillo. Los compañeros, que no estaban preparados para otra gran batalla, decidieron huir por otro corredor, logrando salir de la Barbacana por un pasadizo que no mucha gente parecía conocer.
Antes de volver al interior de la Barbacana, decidieron explorar una torre exterior. Allí se vieron atrapados por una masa gigante de telas de araña. Al cabo de unos segundos, una araña enorme hizo su aparición. Con gran destreza, pudieron acabar con el terrible arácnido e incluso encontrar algún tesoro oculto entre las viscosas telas.
Ya en el interior de los subterráneos, decidieron tomar otro camino por si encontraban algo que les ayudara contra los ocupantes de la fortaleza. Allí encontraron un estanque natural donde se vieron sorprendidos por un cangrejo de río gigante. Gáremond usó su condición de druida para lograr que el animal volviera a su guarida en el fondo del estanque, lo que les permitió recoger algunos tesoros hundidos en el agua.
Parecía que no les quedaba otra alternativa, si querían llegar hasta el fondo del asunto, debían enfrentarse a los centinelas de los que antes habían huido. Y así fue, una terrible batalla sacudió los cimientos de la Barbacana pero afortunadamente, no hubo que lamentar la pérdida de ninguno de los compañeros.
El sargento de las fuerzas a las que se enfrentaron, dijo algo así como: "Debo proteger al Nuevo Maestro", probablemente ése maestro era el último escollo que debían superar antes de volver como auténticos héroes a Hommlet.

25/7/09

La Barbacana del Foso

Tras el enfrentamiento con la serpiente, el grupo decidió descansar para reponer fuerzas antes de continuar con la exploración de lo que Garemond calificó como una pesadilla. Atrancaron la puerta en la estancia del reptil y organizaron las guardias. En el turno de Emén y Gáremond, algo empezó a rascar la puerta, tanto la semiorca como el gnomo decidieron atrancar mejor la puerta y esperar a que pasara. Finalmente el ruido cesó sin mayor importancia.
A la mañana siguiente, siguieron explorando la fortaleza sin gran éxito. Al salir de una de las salas, se vieron sorprendidos por unos guardias. Éstos también parecían sorprendidos por encontrárselos en que debía ser una patrulla rutinaria. Pronto se deshicieron de ellos, llevaban un distintivo peculiar, sus capas mostraban un ojo amarillo sobre el fondo negro. Al parecer una organización malvada estaba sembrando el horror en los alrededores de Hommlet y ésta era su base.
Tras un encontronazo con un lagarto gigante que protgegía una caja y una garrapata del tamaño de un mamífero medio, se dirigieron a la parte subterránea de la Barbacana. Éladar disfrutaba abriendo en canal a todo monstruo o aberración que lograban derrotar, su efímera estancia en el estómago de una rana gigante hizo probablemente estragos en su personalidad.
Cuando descendían las escaleras hacia el subterráneo, a Zert le cayó encima una masa viscosa y gris, parecía tener vida y de hecho puso en aprietos al grupo hasta que Gáremond redujo a la criatura gracias a una antorcha.
Aún sin estar demasiado cansados, las herídas de la batalla comenzaban a ser serias y los lanzadores de conjuros necesitaban tiempo para preparar más hechizos, por lo que decidieron descansar antes de continuar. Durante una de las guardias, otra garrapata gigante puso en aprietos al grupo pero pronto se deshicieron de ella.
Una vez descansados. iniciaron la exploración del nivel subterraneo de la Barbacana del Foso. Allí encontraron unas horrorosas celdas infestadas de muertos vivientes deseosos de carne fresca. Por fortuna, las celdas estaban cerradas, pero la insitencia de los zombis fue mayor. Dos zombis se escondían detras de un pilar cerca del final de la sala y sorprendieron al grupo, poco después una de las celdas se abrió y pronto todos los zombie estaban libres. Martel decidió huir por una entrada hacia la mitad de la sala, pero para su sorpresa, un enfurecido ogro aguardaba a su espalda. Muy habilidosamente, la maga convocó un hechizo que dejó grogui al horrendo ser y los esfuerzos de todos los compañeros se centraron en los muertos vivientes. Aunque fue muy duro, la balanza se inclinó de su lado y poco después todos los zombis habían sido derrotados. Éladar dió el golpe de gracia al ogro y por fin pudieron relajarse un poco.

Empieza la Aventura

Nada más llegar a la afamada Villa de Hommlet, nuestros nuevos héroes, decidieron visitar la posada de la Bienvenida de la Moza. Allí se encontraron con gente de lo más variopinta, entre ellos un monje y su callado amigo, llamados Turuko y Kobort. Al final llegaron a un acuerdo con ellos de que les acompañarían, pero sospechosamente, la pareja quería partir al día siguiente al anochecer, argumentando que necesitaban aprovisionarse para visitar la Barbacana del Foso. Garemond, el gnomo druida, pidió un exquisito manjar muy típico de la posada, tras lo cual, habló con un hombre llamado Furnok para intentar convencerle de que se uniera al grupo. Éste, que tenía maneras de truhán, le dijo que si le ganaba una partida a los dados o a las cartas, iría con el grupo sin coste alguno. Pero si Furnok era quién ganaba, el druida tendría una deuda con él de treinta piezas de oro. Garemond, que no se fiaba en absoluto de aquel hombre, propuso a Mártel, la escurridiza maga, hacer un poco de magia para inclinar la balanza de su lado. Furnok, que parecía sabérselas todas, recogió los dados y acusó a la maga. El gnomo dijo que no la conocía pero el truhán no quiso seguir con el juego.
Poco más tarde conocieron a un tipo con pintas de mercenario. Tenía unos modales exquisitos, lo que paradójicamente encandiló a Émen, una musculosa semiorca que se unió al grupo tiempo atrás. Tras llegar también a un acuerdo con Zert, pues así se llamaba el galante caballero, decidieron ir a aprovisionarse para explorar la Barbacana del Foso, un antiguo puesto de avanzadilla del Templo del Mal Elemental que se rumoreaba había sido de nuevo habitado por unos bandidos.
Garemond y su amigo Éladar, un valiente guerrero, se dirigieron hacia la arboleda, un lugar de oración para los que profesaban la Vieja Fe. Allí conocieron a Jaroo, un druida de mediana edad que conectó muy bien con el gnomo. Jaroo les contó algunos rumores sobre la Barbacana y el Templo, aunque no pudo evitar entristecerse al rememorar que él fue uno de los héroes que sellaron el Templo años atrás. También les ofreció curación y pociones a un precio bastante razonable.
Mientras Mártel pateaba la ciudad en busca de algún rumor acerca del Templo y la Barbacana, Emén decidió visitar a Burne y Rufus, dos de los antiguos héroes que sellaron el Templo que se habían convertido en los guardianes de la villa de Hommlet. Rufus se mostraba más reservado, mientras Burne charlaba distendidamente con la semiorca, incluso hubo algún intercambio comercial. Estas dos leyendas, confirmaron que si querían aventuras debían comenzar por la Barbacana del Foso pues era ahí desde donde se estaba extendiendo la sombra del Mal.
Más tarde, todos los compañeros decidieron acercarse a un almacén con muy mala reputación, aunque era el único sitio del pueblo donde podrían encontrar raciones y monturas para el viaje. Una vez allí, conocieron a unos tipos con pinta de matones a sueldo. El que parecía ser el lider de los comerciantes, un hombretón llamado Rannos, se mostraba bastante amable, pareciendo codiciar más el dinero que cualquier otra cosa. Les indicó que si no tenían mucho dinero, tenía algunos animales de menor calidad a buen precio y así les indicó el camino hacia los establos.
Mientras Emén compraba algunas raciones de viaje, el resto del grupo accedió a los establos, donde vieron que una gran cantidad de animales estaban en paupérrimas condiciones, maltratados y mal alimentados, algunos de ellos parecían muy enfermos. Garemond, al ver tal estampa quiso increpar al mozo de cuadras, un viejo que parecía no importarle lo que le pasara a los animales mientras consiguiera algún dinero por ellos. Eladar compró un enclenque burro y se llevó de regalo una silla de montar. Tras eso, de nuevo Gáremond y Mártel trazaron un plan para liberar a todos los animales pero una vez más fracasaron.
Tras un largo y agotador día, estaba anocheciendo y era hora de partir, así pues, se dirigieron a la posada donde les esperaban Kobort y Turuko, además de Zert con dos caballos. Tras asignar uno de los caballos a la semiorca, Zert y la extraña pareja se mofaron ampliamente de Éladar por su maltrecha montura, incluso parecía que el resto de integrantes del grupo se unieron a la mofa general.
Durante la marcha, parecía que Turuko y Zert habían hecho buenas migas, mientras Kobort se mantenía en silencio. El viaje hacia la Barbacana parecía tranquilo.
Cuando fue la hora de acampar, Turuko insistió en que Kobort y él harían una de las guardias, parecían gente de confianza y muy capaces si surgía algún problema. Tras algo de reticencia por parte de Garemond, finalmente accedieron a la petición de Turuko.
A la mañana siguiente, Garemond y Mártel despertaron atados a un árbol y su dinero había desaparecido. Tras soltarlos, todas las sospechas se centraron en Zert, que parecía tan sorprendido como el resto del grupo a pesar de que Éladar le intimidó activamente, algunos defendían que debían ir a buscarlos pero finalmente se decidió continuar adelante, pues no sabían qué les tenía preparado esa pareja.
Más tarde el camino empezó a hacerse más impracticable, raíces, hierbajos y otros arbustos ocultaban el paso, obligando a sortear zarzas y abrirse paso a base de cortar ramas. Tan sólo el gnomo se sentía como pez en el agua entre tanta maleza, pero por lo menos ya podían divisar la escarpada silueta de la Barbacana a lo lejos.
Pronto pasaron por un embalse, donde se vieron sorprendidos por varios anfibios gigantes. Estos seres parecían hambrientos, tanto que uno de ellos se tragó a Éladar quien poco después consiguió liberarse rajando su abdomen. Tras el susto, alcanzaron por fin la Barbacana del Foso. Se trataba de una fortaleza ruinosa que sin embargo evocaba cierto esplendor en el pasado. El águila que Garemond tenía amaestrada sobrevoló el castillo para ver si estaba habitado, cuando volvió avisó de que habían hombres vigilando. Sin mayor preocupación, accedieron a una especie de patio donde podían ser objetivo fácil desde las almenas. Pronto decidieron entrar a la fortaleza, pues su entrada estaba destrozada. Tras una cuidadosa exploración de varias estancias ruinosas, se encontraron con una vívora gigante que protegía su territorio. Mártel le pidió insistentemente al druida que intentara controlar al animal para que dejara de ser ofensiva, pero mientras el gnomo se negaba, Éladar asestó un certero golpe que acabó con la vida del reptil.