25/7/09

Empieza la Aventura

Nada más llegar a la afamada Villa de Hommlet, nuestros nuevos héroes, decidieron visitar la posada de la Bienvenida de la Moza. Allí se encontraron con gente de lo más variopinta, entre ellos un monje y su callado amigo, llamados Turuko y Kobort. Al final llegaron a un acuerdo con ellos de que les acompañarían, pero sospechosamente, la pareja quería partir al día siguiente al anochecer, argumentando que necesitaban aprovisionarse para visitar la Barbacana del Foso. Garemond, el gnomo druida, pidió un exquisito manjar muy típico de la posada, tras lo cual, habló con un hombre llamado Furnok para intentar convencerle de que se uniera al grupo. Éste, que tenía maneras de truhán, le dijo que si le ganaba una partida a los dados o a las cartas, iría con el grupo sin coste alguno. Pero si Furnok era quién ganaba, el druida tendría una deuda con él de treinta piezas de oro. Garemond, que no se fiaba en absoluto de aquel hombre, propuso a Mártel, la escurridiza maga, hacer un poco de magia para inclinar la balanza de su lado. Furnok, que parecía sabérselas todas, recogió los dados y acusó a la maga. El gnomo dijo que no la conocía pero el truhán no quiso seguir con el juego.
Poco más tarde conocieron a un tipo con pintas de mercenario. Tenía unos modales exquisitos, lo que paradójicamente encandiló a Émen, una musculosa semiorca que se unió al grupo tiempo atrás. Tras llegar también a un acuerdo con Zert, pues así se llamaba el galante caballero, decidieron ir a aprovisionarse para explorar la Barbacana del Foso, un antiguo puesto de avanzadilla del Templo del Mal Elemental que se rumoreaba había sido de nuevo habitado por unos bandidos.
Garemond y su amigo Éladar, un valiente guerrero, se dirigieron hacia la arboleda, un lugar de oración para los que profesaban la Vieja Fe. Allí conocieron a Jaroo, un druida de mediana edad que conectó muy bien con el gnomo. Jaroo les contó algunos rumores sobre la Barbacana y el Templo, aunque no pudo evitar entristecerse al rememorar que él fue uno de los héroes que sellaron el Templo años atrás. También les ofreció curación y pociones a un precio bastante razonable.
Mientras Mártel pateaba la ciudad en busca de algún rumor acerca del Templo y la Barbacana, Emén decidió visitar a Burne y Rufus, dos de los antiguos héroes que sellaron el Templo que se habían convertido en los guardianes de la villa de Hommlet. Rufus se mostraba más reservado, mientras Burne charlaba distendidamente con la semiorca, incluso hubo algún intercambio comercial. Estas dos leyendas, confirmaron que si querían aventuras debían comenzar por la Barbacana del Foso pues era ahí desde donde se estaba extendiendo la sombra del Mal.
Más tarde, todos los compañeros decidieron acercarse a un almacén con muy mala reputación, aunque era el único sitio del pueblo donde podrían encontrar raciones y monturas para el viaje. Una vez allí, conocieron a unos tipos con pinta de matones a sueldo. El que parecía ser el lider de los comerciantes, un hombretón llamado Rannos, se mostraba bastante amable, pareciendo codiciar más el dinero que cualquier otra cosa. Les indicó que si no tenían mucho dinero, tenía algunos animales de menor calidad a buen precio y así les indicó el camino hacia los establos.
Mientras Emén compraba algunas raciones de viaje, el resto del grupo accedió a los establos, donde vieron que una gran cantidad de animales estaban en paupérrimas condiciones, maltratados y mal alimentados, algunos de ellos parecían muy enfermos. Garemond, al ver tal estampa quiso increpar al mozo de cuadras, un viejo que parecía no importarle lo que le pasara a los animales mientras consiguiera algún dinero por ellos. Eladar compró un enclenque burro y se llevó de regalo una silla de montar. Tras eso, de nuevo Gáremond y Mártel trazaron un plan para liberar a todos los animales pero una vez más fracasaron.
Tras un largo y agotador día, estaba anocheciendo y era hora de partir, así pues, se dirigieron a la posada donde les esperaban Kobort y Turuko, además de Zert con dos caballos. Tras asignar uno de los caballos a la semiorca, Zert y la extraña pareja se mofaron ampliamente de Éladar por su maltrecha montura, incluso parecía que el resto de integrantes del grupo se unieron a la mofa general.
Durante la marcha, parecía que Turuko y Zert habían hecho buenas migas, mientras Kobort se mantenía en silencio. El viaje hacia la Barbacana parecía tranquilo.
Cuando fue la hora de acampar, Turuko insistió en que Kobort y él harían una de las guardias, parecían gente de confianza y muy capaces si surgía algún problema. Tras algo de reticencia por parte de Garemond, finalmente accedieron a la petición de Turuko.
A la mañana siguiente, Garemond y Mártel despertaron atados a un árbol y su dinero había desaparecido. Tras soltarlos, todas las sospechas se centraron en Zert, que parecía tan sorprendido como el resto del grupo a pesar de que Éladar le intimidó activamente, algunos defendían que debían ir a buscarlos pero finalmente se decidió continuar adelante, pues no sabían qué les tenía preparado esa pareja.
Más tarde el camino empezó a hacerse más impracticable, raíces, hierbajos y otros arbustos ocultaban el paso, obligando a sortear zarzas y abrirse paso a base de cortar ramas. Tan sólo el gnomo se sentía como pez en el agua entre tanta maleza, pero por lo menos ya podían divisar la escarpada silueta de la Barbacana a lo lejos.
Pronto pasaron por un embalse, donde se vieron sorprendidos por varios anfibios gigantes. Estos seres parecían hambrientos, tanto que uno de ellos se tragó a Éladar quien poco después consiguió liberarse rajando su abdomen. Tras el susto, alcanzaron por fin la Barbacana del Foso. Se trataba de una fortaleza ruinosa que sin embargo evocaba cierto esplendor en el pasado. El águila que Garemond tenía amaestrada sobrevoló el castillo para ver si estaba habitado, cuando volvió avisó de que habían hombres vigilando. Sin mayor preocupación, accedieron a una especie de patio donde podían ser objetivo fácil desde las almenas. Pronto decidieron entrar a la fortaleza, pues su entrada estaba destrozada. Tras una cuidadosa exploración de varias estancias ruinosas, se encontraron con una vívora gigante que protegía su territorio. Mártel le pidió insistentemente al druida que intentara controlar al animal para que dejara de ser ofensiva, pero mientras el gnomo se negaba, Éladar asestó un certero golpe que acabó con la vida del reptil.

1 comentario:

Martel dijo...

Um... suena como si en el patio hubieran arqueros según la partida y el master se olvidara de ellos por piedad.
Por mi parte debo cuestionar la veracidad de este tramo de la historia: me cuesta creer que, parcialmente, el águila de Garemond haya hecho más que mi murciélago.